Nuestro próximo destino fue Aránzazu, lugar donde se encuentra “Nuestra Señora de Aránzazu” y cuidado por la orden religiosa de los Franciscanos. Históricamente, los jesuitas y franciscanos han tenido ciertas discrepancias, sin embargo, fue muy satisfactorio ver la buena relación que se entabló entre el Padre Schenden y su homólogo franciscano, el cual hasta nos llevó a la parte superior de la Basílica donde se encuentra la imagen de “Nuestra Señora de Aránzazu.”

Después visitamos un pueblo en Navarra llamado “Sos del Rey Católico,” lugar de nacimiento del Rey Fernando de Aragón. No miento cuando digo que el Pueblo no tenía más de 500 habitantes, pero la estancia ahí fue la mejor. El pueblo preserva la forma de una villa medieval con caminos y casas de piedra y los paisajes son de ensueño. Mis amigos y yo empezamos a despertarnos bien temprano para poder apreciar los amaneceres con el sol saliendo detrás de las montañas.

Sin lugar a duda, nada podrá superar la naturaleza e historia de Montserrat.

Montserrat es una cadena montañosa de piedras, como si fuesen sido esculpidas en una forma especial. En la cima de la montaña se encuentra la Abadía de Montserrat, preservada por Monjes Benedictinos, un colegio dirigido por la misma orden y hasta un museo de arte. Tuvimos la oportunidad de hospedarnos en lo alto de la montaña y de poder explorar todas las áreas naturales y de trekking que había alrededor. En la Abadía se encuentra “Nuestra Señora de Montserrat,” a quien San Ignacio ofrecería su espada de noble como ofrenda en su honor. Cuenta la historia que la espada fue devuelta a los Jesuitas 400 años después, en 1922, en señal de establecer buenas relaciones entre ambas órdenes. Cerca de Montserrat también pudimos visitar Manresa, sobre todo la cueva donde San Ignacio de Loyola pasó varios momentos de su peregrinación discerniendo y orando con devoción. La cueva se encuentra dentro de la Iglesia de San Ignacio de Loyola en Manresa y ha sido preservada en forma de una cripta. Tuvimos la oportunidad de tener una Misa ahí y de poder observar los bellos mosaicos elaborados por el padre Marko Rupnik.

Finalmente, nuestro último destino por España sería Barcelona, el último lugar de San Ignacio antes de partir hacia Roma. En Barcelona pudimos ver la espada original de San Ignacio, preservada por los jesuitas, explorar el Barrio Gótico, la Catedral de Barcelona y la Catedral de Santa María del Mar. Nos hospedamos cerca de la Plaza de España, en un hotel con piscina en la terraza, así que la vista fue espectacular. Mi momento favorito de Barcelona fue nuestra visita a la Basílica de la Sagrada Familia. Siempre había escuchado y leído sobre Antoni Gaudí y el significado de la Basílica para los católicos, pero otra cosa fue experimentarlo en persona. Tuvimos la dicha de poder tener una Misa en la cripta de la Basílica, un lugar donde solo menos del uno por ciento de visitantes tiene acceso. Me sorprendió mucho ver que en la cripta se encontraba la tumba de Gaudí y más aún al observar una estatua de la Virgen del Carmen. Al preguntar, me enteré de que Gaudí era un gran devoto de la virgen y ese momento fue muy significativo para mí, sobre todo porque mi colegio era dirigido por la orden Carmelita.

Para mí, el viaje fue la combinación perfecta de cultura, gastronomía, arte y, sobre todo, fe.

Tener este tipo de oportunidades que son financiadas por las universidades en su totalidad me parece una grandiosa experiencia, sobre todo por como impactan en el desarrollo del ser humano. Creo que esto habla mucho del compromiso de la universidad con uno de sus valores: “Cura Personalis.” En Georgetown no solo quieren formar a los alumnos académicamente, sino que exista un balance entre lo académico y lo espiritual. Sin lugar a duda, Georgetown lo está logrando al abrir estas puertas de oportunidades para todos sus alumnos sin importar raza, sexo, credo o condición económica.

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Este artículo fue escrito por: Renato Llontop, estudiante de Georgetown University.